Asistentes: Javi M, Miguel G, Eugenio H, Álex I, Juan B, Iñigo B y Sikai Q.
Uy, uy, uy... me huele raro.
En el poli hay un apetecible partido de los mayores para el trofeo director. Entrenaremos fuera.
Pablo F, tras dejar de jugar en una portería me explica que le duele muchisísimo el pie. Fernando S también se baja argumentando haber recibido un "tiopepe" unos minutos antes.
Total, entrenamos siete, y me callo lo que pienso para no estallar.
Hace un día soleado.
Quiero premiar de algún modo a los siete incondicionales que han aparecido hoy. Por eso, corremos sólo unos minutillos y hacemos el ejercicio de las líneas una sola vez. Agradecen el detalle.
Y abrimos una suculenta sesión de tiros a puerta a discreción. Como sólo son siete y tenemos dos balones los chavales realmente se vacían tirando a puerta, y Álex, el portero, se divierte con tanto que parar.
Al final les explico cómo tirar penaltis. Aunque no lo crean, ejercicios como éste sirven para ganar en confianza a la hora de ejecutar una pena máxima. Les digo que lo más importante es la seguridad con la que se va al balón, y que por eso es fundamental tener bien claro -mucho antes de coger carrera- el sitio en el que se va a colocar la pelota. Decidir y ejecutar, sin dudar.
Ellos me dicen dónde la van a poner y ejecutan. Bien.
Luego les hago ver que un penalti, así, sin más, es tarea sencilla. Lo que no es tan sencillito es asumir la responsabilidad de tirar un penalti en su contexto: en un partido, en la recta final de un partido empatado, en una final, en la tanda final de penaltis de una final... Ahí es donde, por todo, uno deja de creer en sí mismo. Las piernas t¡emblan, la distancia a portería se multiplica, el portero se hace más alto, la portería más pequeña y el corazón pide espacio en la capacidad bucal. Ahí es donde se ve quién vale y quién no.
Y lo vemos: Organizamos un torneo. El que falla se elimina.
Je, je... Cinco de seis fallaron su primer tiro.
El segundo y el tercero sirven para ganar en esa confianza de la que venía hablando.
Creo que les ha servido. Y nos hemos divertido.
Uy, uy, uy... me huele raro.
En el poli hay un apetecible partido de los mayores para el trofeo director. Entrenaremos fuera.
Pablo F, tras dejar de jugar en una portería me explica que le duele muchisísimo el pie. Fernando S también se baja argumentando haber recibido un "tiopepe" unos minutos antes.
Total, entrenamos siete, y me callo lo que pienso para no estallar.
Hace un día soleado.
Quiero premiar de algún modo a los siete incondicionales que han aparecido hoy. Por eso, corremos sólo unos minutillos y hacemos el ejercicio de las líneas una sola vez. Agradecen el detalle.
Y abrimos una suculenta sesión de tiros a puerta a discreción. Como sólo son siete y tenemos dos balones los chavales realmente se vacían tirando a puerta, y Álex, el portero, se divierte con tanto que parar.
Al final les explico cómo tirar penaltis. Aunque no lo crean, ejercicios como éste sirven para ganar en confianza a la hora de ejecutar una pena máxima. Les digo que lo más importante es la seguridad con la que se va al balón, y que por eso es fundamental tener bien claro -mucho antes de coger carrera- el sitio en el que se va a colocar la pelota. Decidir y ejecutar, sin dudar.
Ellos me dicen dónde la van a poner y ejecutan. Bien.
Luego les hago ver que un penalti, así, sin más, es tarea sencilla. Lo que no es tan sencillito es asumir la responsabilidad de tirar un penalti en su contexto: en un partido, en la recta final de un partido empatado, en una final, en la tanda final de penaltis de una final... Ahí es donde, por todo, uno deja de creer en sí mismo. Las piernas t¡emblan, la distancia a portería se multiplica, el portero se hace más alto, la portería más pequeña y el corazón pide espacio en la capacidad bucal. Ahí es donde se ve quién vale y quién no.
Y lo vemos: Organizamos un torneo. El que falla se elimina.
Je, je... Cinco de seis fallaron su primer tiro.
El segundo y el tercero sirven para ganar en esa confianza de la que venía hablando.
Creo que les ha servido. Y nos hemos divertido.
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