AURRERÁ 5-1 REDÍN

Sábado, 2 de febrero.
10:00, Polideportivo de Leitza.
Llegamos puntuales, entre nubes de agua. Ahí están ellos, tan grandes como imaginaba. El Polideportivo es bueno, de pista azul. Limpio.
Nos ponemos a correr antes que ellos (...).
Cinco minutos antes nos metemos en el vestuario para hablar el partido. Están nerviosos.
Nos centramos y ellos no tardan en presionar hasta el fondo. Me gusta. Pero no todo fue como esperaba... Lo que podía haber sido un partido abierto, rápido, con espacios, vibrante, se convirtió en una agonía interminable. No puede ser.
A los 15 segundos, la mujer barbuda -un auténtico monster-, ya había soltado su primer zapatazo, a punto de volarle la cabeza al portero. Primer aviso. Nos volvemos locos, y dejamos de ser nosotros. No hacemos tres pases bien, nos gritamos histéricos, confundimos todos los movimientos, no tiramos a puerta... bufff, ésto es totalmente kafquiano. Pido tiempo muerto para intentar reanimarlos. Imposible. Unas escamas invisibles han matado todo tipo de actividad sensorial y los chicos deambulan de aquí para allá en un sinsentido mayúsculo. No puede ser verdad. Me pellizco para intentar salir de ésta pesadilla.
Se ponen tres a cero. Lo peor de todo es que ni los del Aurrerá son buenos, ni la grada hostil, ni el árbitro pronunciadamente casero. ¿Qué nos pasa?
Metemos uno antes del descanso y nos vamos al vestuario. Otro intento infructuoso por abrirles los ojos. Éstos tíos del Aurrerá son malos, peores que nosotros. Lo único que les ha puesto por delante es su empuje y nuestra falta de gallardía. Pero nada, no hay reacción. La segunda es más de lo mismo, hasta que nos matan el partido con el cuarto a 8 del final, tras haber desperdiciado nosotros las nuestras (poquitas...).
Nos vamos a casa con el 5-1. Qué vergüenza...

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