Voy a echar de menos a éste equipo.
Es un equipo con personalidad, un equipo distinto.
No se trata de un conjunto superdotado técnicamente, ni de un colectivo fuerte físicamente. Pero es un grupo de chavales soñadores, entusiastas, con hambre de comerse el mundo. Yo diría que éste equipo ha condicionado mi forma de ser entrenador.
Me ha gustado. Ha sido un descubrimiento prolongado. Pasar de entrenar a los mayores del colegio para entrenar a una panda de mocosos tiene su aquel. La forma de transmitir los mensajes, no dar nada por sabido, explicar lo más básico, armarse de paciencia ante la torpeza, la descordinación y las chorradas propias de su edad, todo lo referente a repensar el futbito, a la motivación... Ha sido como volver a entrenar por primera vez.
Hay una cosa que me ha gustado sobremanera: la evolución. Desde el 9 de octubre de 2007 éstos chicos no han hecho más que crecer, de modo que si pudiésemos comparar al equipo de comienzo de año -aquel que ganó 4-3 al Anaitasuna o 1-4 al Teresiano- con el de hoy -sirva como ejemplo cualquier partido de la fase final- veríamos a dos equipos irreconocibles. Y todo se debe al trabajo de cada uno, a la involucración en el proyecto. En mi proyecto. Y por eso les estoy inmensamente agradecidos. Éste ha sido el primer año que la derrota me ha dejado sabor a victoria (no todas ¿eh?).
Me gusta el carácter de éste equipo.
Ha sido interesante ver que, al ser realmente muy poquitos los jugadores desequilibrantes, los partidos se convierten en todo un juego de estrategia. La diferencia entre un jugador y otro dentro del campo es tan pequeña que cada cambio adquiere mayor importancia, por estar pensado para detalles muy concretos.
Y queda resaltar que éste es el primer año que he visto a mis jugadores abandonar el campo entre lágrimas. Leitza, Funes... Lágrimas de rabia, de impotencia, de jugadores que quieren ser ganadores antes de tiempo. Son imágenes que no voy a olvidar.
Es un equipo con personalidad, un equipo distinto.
No se trata de un conjunto superdotado técnicamente, ni de un colectivo fuerte físicamente. Pero es un grupo de chavales soñadores, entusiastas, con hambre de comerse el mundo. Yo diría que éste equipo ha condicionado mi forma de ser entrenador.
Me ha gustado. Ha sido un descubrimiento prolongado. Pasar de entrenar a los mayores del colegio para entrenar a una panda de mocosos tiene su aquel. La forma de transmitir los mensajes, no dar nada por sabido, explicar lo más básico, armarse de paciencia ante la torpeza, la descordinación y las chorradas propias de su edad, todo lo referente a repensar el futbito, a la motivación... Ha sido como volver a entrenar por primera vez.
Hay una cosa que me ha gustado sobremanera: la evolución. Desde el 9 de octubre de 2007 éstos chicos no han hecho más que crecer, de modo que si pudiésemos comparar al equipo de comienzo de año -aquel que ganó 4-3 al Anaitasuna o 1-4 al Teresiano- con el de hoy -sirva como ejemplo cualquier partido de la fase final- veríamos a dos equipos irreconocibles. Y todo se debe al trabajo de cada uno, a la involucración en el proyecto. En mi proyecto. Y por eso les estoy inmensamente agradecidos. Éste ha sido el primer año que la derrota me ha dejado sabor a victoria (no todas ¿eh?).
Me gusta el carácter de éste equipo.
Ha sido interesante ver que, al ser realmente muy poquitos los jugadores desequilibrantes, los partidos se convierten en todo un juego de estrategia. La diferencia entre un jugador y otro dentro del campo es tan pequeña que cada cambio adquiere mayor importancia, por estar pensado para detalles muy concretos.
Y queda resaltar que éste es el primer año que he visto a mis jugadores abandonar el campo entre lágrimas. Leitza, Funes... Lágrimas de rabia, de impotencia, de jugadores que quieren ser ganadores antes de tiempo. Son imágenes que no voy a olvidar.
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