La vida es así. Todo lo que un día empieza, otro día acaba. Es la Ley de nuestra existencia. Pero ocurre que todas esas cosas con las que realmente disfrutamos y nos emocionamos parecen durar menos, parecen pasar más rápido... Y a mí, otra vez, me ha ocurrido así.
Mi historia como entrenador con éstos chicos ha sido breve -180 días-, pero riquísima.
Puedo decir que éste ha sido el año en el que la diosa del fútbol más me ha enseñado. Nunca había bailado tan de cerca con los resultados negativos, y nunca creí que fuese tan bonito.
Crecí en una promoción afortunada futbolísticamente. Jugamos muchas finales y ganamos muchos trofeos. Siempre estuve rodeado de grandes jugadores con los que pocas veces conocí la derrota. Y, como entrenador, los cinco años he podido estar con promociones ricas, ganadoras.
Pero éste ha sido mi reto más interesante. Nunca había cogido a un equipo tan joven -11 y 12 años-, y tan... sin hacer. Estan en una edad en la que no existe mentalización, reflexión deportiva. Todo es saltar al campo con el corazón, a correr y sudar. Un regalo para la vista: se gane o se pierda todo se pelea.
Y yo con la idea de conseguir un equipo ganador. Lo serán. Nos hemos forjado, como las mejores espadas, con la fuerza del fuego -¡cómo queman las derrotas!-. Hemos puesto unos pilares sólidos sobre los que construír: mucho trabajo, exigencia, respeto, compañerismo... y hemos hablado mucho de fútbol sala.
Ésto es mucho. Y me ha encantado llevar las riendas de ésta forja maravillosa, por mucho que sean sólo chavales de 12 años que vayan a olvidarlo todo muy pronto. A éstas edades uno solo se acuerda de los títulos. Es lógico.
Pero, de una forma u otra, todo queda.
Mi historia como entrenador con éstos chicos ha sido breve -180 días-, pero riquísima.
Puedo decir que éste ha sido el año en el que la diosa del fútbol más me ha enseñado. Nunca había bailado tan de cerca con los resultados negativos, y nunca creí que fuese tan bonito.
Crecí en una promoción afortunada futbolísticamente. Jugamos muchas finales y ganamos muchos trofeos. Siempre estuve rodeado de grandes jugadores con los que pocas veces conocí la derrota. Y, como entrenador, los cinco años he podido estar con promociones ricas, ganadoras.
Pero éste ha sido mi reto más interesante. Nunca había cogido a un equipo tan joven -11 y 12 años-, y tan... sin hacer. Estan en una edad en la que no existe mentalización, reflexión deportiva. Todo es saltar al campo con el corazón, a correr y sudar. Un regalo para la vista: se gane o se pierda todo se pelea.
Y yo con la idea de conseguir un equipo ganador. Lo serán. Nos hemos forjado, como las mejores espadas, con la fuerza del fuego -¡cómo queman las derrotas!-. Hemos puesto unos pilares sólidos sobre los que construír: mucho trabajo, exigencia, respeto, compañerismo... y hemos hablado mucho de fútbol sala.
Ésto es mucho. Y me ha encantado llevar las riendas de ésta forja maravillosa, por mucho que sean sólo chavales de 12 años que vayan a olvidarlo todo muy pronto. A éstas edades uno solo se acuerda de los títulos. Es lógico.
Pero, de una forma u otra, todo queda.
1 comentario:
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